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La necesidad de un nuevo modelo centrado en las personas mayores

Con el paso de los años la sociedad es cada vez más longeva.
La esperanza de vida a nivel mundial es cada vez más alta siendo nuestro país uno de los más envejecidos. Casi un tercio  de las personas mayores presenta algún nivel de pérdida de autonomía para las actividades de la vida diaria.

La terrible pandemia que estamos sufriendo ha puesto de manifiesto las carencias en cuanto a los recursos destinados al sector de las personas mayores y personas dependientes, la falta de medidas de prevención y de cuidados y la necesidad de establecer un nuevo modelo, donde tanto familiares como profesionales tengan mayor conocimiento sobre lo que hacen, donde se  pueda proporcionar a las personas mayores una mayor autonomía facilitándoles y mejorándoles enormemente el día a día y donde se puedan dar respuestas adecuadas a las diferentes situaciones que se produzcan pudiendo evitar que esta mala experiencia vuelva a repetirse.

A continuación, os presentamos un artículo de Juan Manuel Martínez Gómez, geriatra y presidente de CEOMA, para la revista de Mutualidad de la Abogacía, donde detalla en más profundidad la necesidad de un nuevo modelo de la sociedad para el sector de las personas mayores que se ha puesto más de manifiesto a raíz de las horribles consecuencias de la pandemia.

 

 

LAS PERSONAS MAYORES EN ESPAÑA Y EL CORONAVIRUS     

 

El nuestro es uno de los países más envejecidos; sin embargo, solo dedica un 0,6% de su PIB al desarrollo de la Ley de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las Personas en Situación de Dependencia.

Con una esperanza de vida media que supera los 83 años, en lo referente a la salud, los mayores de 65 años españoles dicen encontrarse bien o muy bien en el 45% de los casos, independientemente de que el 27% de este grupo de edad presente algún grado de pérdida de autonomía para las actividades de la vida diaria (AVD). Además, una de cada tres personas que acude al centro de salud de atención primaria es mayor de 65 años y además, este segmento de población ocupa el 50% de las camas hospitalarias.

Una pandemia imposible de prever

Es cierto que nadie podía delimitar con exactitud el alcance y magnitud de la pandemia de la COVID-19, no solo en nuestro país, sino en todo el mundo, debido a los flujos de información inconclusa que nos llegaban, así como la falta de determinación de algunas instituciones relacionadas con el ámbito de la sanidad y la salud. En el sector sociosanitario hemos podido comprobar cómo la falta de estudios sobre el impacto real de la pandemia y la ausencia de coordinación para la puesta en marcha de medidas preventivas han tenido efectos devastadores en los adultos de mayor edad.
Según datos facilitados por el Ministerio de Sanidad, hasta el 20 de abril de 2020 fueron notificados un total de 200.210 casos de infección de la COVID-19, de los cuales los curados ascendían a 80.587 y los fallecidos a 20.852. De 145.358 casos confirmados, fueron hospitalizados 67.451, y de ellos el 72,3% tenían más de 70 años de edad, 48.760 personas, de las que fallecieron 10.5765, es decir, el 21,7% de los mayores de 70 años hospitalizados.
Esta información de la situación en nuestro país evidencia como el coronavirus ataca con más crudeza a las personas mayores con pluripatología frente a aquellas que no lo son.

Los efectos del paso del tiempo

A medida que cumplimos años, nuestro sistema inmunológico se va debilitando y requerimos atenciones y cuidados individualizados que den respuesta las nuevas necesidades que nuestro cuerpo experimenta como consecuencia del paso de los años y de la exposición a determinados agentes externos.
Cuando un patógeno invade el cuerpo, la diferencia entre la enfermedad y la salud se convierte en una carrera contra reloj, donde desconocemos que efectos colaterales se han producido. Con el envejecimiento, la reducción de la “capacidad de atención” de la respuesta inmunitaria innata y adaptativa hace más difícil que el cuerpo responda a la infección viral, lo cual da ventaja al virus. Una ventaja que, si no es compensada con directrices y acciones preventivas por parte de las autoridades, permite que el virus se haga rápidamente con el cuerpo, provocando enfermedades graves, complicaciones varias incluso la muerte.

Naturaleza de las residencias de mayores

A diferencia de lo que piensan muchas personas, las residencias de mayores no son servicios sanitarios: son centros de servicios sociales destinados a procurar una alternativa de alojamiento (temporal o permanente) a personas mayores de 65 años o a aquellas que, debido a algún tipo de contingencia o pérdida de autonomía, se han visto en la necesidad de recurrir a este tipo de recurso convivencial. En ellas, sus profesionales veían por ofrecer atenciones integrales a aquellas personas que no pueden ser atendidas en sus propios domicilios y necesitan de cuidados específicos, conscientes de que las personas que viven allí perciben estos centros como una extensión de lo que fueron sus hogares. Un lugar seguro donde vivir felices y sentirse seguros.
Pero, por otro lado, estos recursos sociales son centros especializados que ofrecen atenciones según el tipo de necesidades diagnosticadas y que, para su máxima cobertura, requieren de una serie de protocolos de atención que, en el caso de una incidencia o emergencia sanitaria, como la que estos tiempos estamos viviendo en todo el mundo, proporcionen respuestas ajustadas y eficaces a cada tipología de residentes sin mermar la calidad de atención asistencial que cada persona merece.

 

Modelo de cuidado centrado en el mayor

Independientemente de los aciertos y errores que la gestión de esta crisis sanitaria ha desvelado y de las consecuencias terribles que han padecido los colectivos más vulnerables, como ciudadanos y ciudadanas debemos aspirar a un nuevo modelo de cuidado centrado en la persona mayor, donde tanto familiares como profesionales sepan bien lo que hacen y donde las residencias pasen a ser unidades convivenciales donde se puedan dar respuestas adecuadas a las diferentes situaciones que se produzcan, sin olvidar la integración de la geriatría y el cuidado de los enfermos crónicos en nuestro sistema de salud.
Si lo conseguimos, evitaremos que esta mala experiencia vivida recientemente vuelva a producirse.

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